viernes, 14 de septiembre de 2007

El horror en los cuentos infantiles

Hace un par o tres de años, más o menos, se descubrió que los Hermanos Grimm habían "censurado" Blancanieves y los 7 enanitos al convertir a la madre de la protagonista, aquella que mientras borda ve caer la nieve por el ventanal, en madrastra, porque desde luego no estaba nada bien visto, y sigue sin estarlo, que una madre pretenda eliminar a su hija, en el caso del cuento con la reincidencia de varios intentos seguidos, para los que no lo sepan: peineta envenenada, corpiño demasiado apretado, y, cómo no, la famosa manzana.

Al tratarse de un cuento infantil se desató una polémica bizantina al respecto, que por suerte para los Grimm no les llevó a los tribunales por razones fáciles de comprender.

La polémica amparábase en que se había tergiversado el cuento, es decir, en que se nos había estafado silenciando la verdad, como si semejante verdad fuera pregonable y digna de ser tenida en consideración. Claro que no es la primera vez que se tacha de "blandos" a los Hermanos Grimm; ellos indultan a Caperucita Roja adaptándola, cosa que Perrault no hace y eso que Charles Perrault a su vez "censuró" totalmente el cuento que en su origen era mucho más fuerte que la segunda parte de El silencio de los corderos, lo que ya es decir tratándose de un cuento infantil... Infantil no sé hasta que punto, la verdad, porque originariamente la relación del lobo con la niña encerraba connotaciones de pedofilia, si vemos en el lobo a un adulto disfrazado, que tal era la idea, y para más inri, todo concluye en un banquete perverso que tiene a la abuela como plato principal degustado entre ambos en buen amor y compañía.

En los cuentos infantiles que leemos a nuestros hijos cuando son pequeños, porque al crecer ellos se buscan sus propias lecturas, se esconden historias horripilantes que estremecen a poco que indaguemos y lo que sorprende es que nadie lo advierta aunque se capten señales delatoras.

Por ejemplo, Piel de Asno es un "inocente" cuentecito que trata del asedio incestuoso de un padre hacia su hija, La Bella del Bosque Durmiente, título real de La bella durmiente, es ni más ni menos que la historia de una violación ya que el original hablaba de que el príncipe encontró a la joven dormida y la violó, abandonándola luego a su suerte. Barba Azul nos relata los manejos de un perfecto asesino en serie, y el canibalismo campa por sus respetos tanto en Pulgarcito como en Hansel y Gretel, poniendo además de relieve en ambos cuentos el abandono criminal de unos padres que los echan al bosque para que se busquen la vida, actitudes que luego se suavizarán en otras versiones al mencionarnos a una malvada madrastra como inductora y a un padre débil y manejable.

Los tres cerditos tienen, como muestra de justicia, connotaciones poco recomendables con el fin en la olla hirviente del famélico lobo, y por lo que hace a Ricitos de Oro y los tres osos la auténtica versión no tenía nada de ingenua.

El cuento de Repunzel tampoco es, por su temática que sin decir nada claro insinúa muchas cosas, muy apropiado para la mente infantil que puede seguir tomando la crueldad como pauta al considerarla natural por lo repetida.

Repunzel, prisionera en un torreón sin puertas a merced de una bruja que la retiene desde la infancia habiéndosela arrebatado previamente a sus padres, conoce el amor de un príncipe que trepa hasta su alcoba por medio de las trenzas que ella le arroja como escalera y que descubierto por la bruja celosa, es arrojado desde lo alto sobre una mata espinosa que le deja ciego y condenado a errar por los caminos hasta que se encuentra a Repunzel, madre de un niño, quien con sus lágrimas le cura de la ceguera.

Casi todos los cuentos infantiles tienen sus orígenes en historias, o leyendas, espeluznantes y lo que resulta incomprensible es que hayan llegado hasta nuestros días, mejor dicho, hayan resistido el paso del tiempo, hasta llegar al día de hoy, por supuesto convenientemente disfrazados, como si la esencia se quisiera guardar en diferente envase.

Ese horror, sin embargo, disimulado o no, curiosamente atrae a la chiquillería como la miel a las moscas y esto me lleva a contar que en cierta ocasión pude oír unas declaraciones televisivas en las cuales la actriz Geraldine Chaplin, hija de Charlot, relataba como su padre, a la hora de dormir, les escenificaba cuentos inventados por él, de lo más pavoroso e incluso sádico y que ellos, recordemos que Charlot tuvo muchos hijos con su última esposa, no sólo se los pedían sino que se lo pasaban en grande, muertos de miedo, escuchándole.

La atracción por los cuentos siniestros perdura todavía en los adultos como legado de nuestra infancia, de ahí los relatos de terror de diferentes autores clásicos y que tanto nos gustan, Poe, Maupassant, Bierce, Bécquer, entre otros muchos, claro que estos son para mayores y lógicamente no aptos para menores, pero la semilla se esconde desvergonzadamente en los cuentos que o bien leímos o nos leyeron en la niñez, y eso es lo que me maravilla, que nadie, en otros tiempos, en otros siglos diría mejor, no se apercibiese de las barbaridades que estaba poniendo al alcance de sus pequeños oyentes. Obviamente se suponía que eran cuentos educativos ya que a más horrores la conducta futura se condicionaba y así se inspiraron en "héroes" de muy dudosa reputación, damas sanguinarias, que pueden encubrir a madres desnaturalizadas, o bien monstruos de la catadura de un reprobable Gilles de Rais que ha dejado su infernal recuerdo en la historia como individuo sin entrañas.

Yo he leído la traducción inglesa de algunos cuentos escandinavos que no tienen desperdicio ya que el cúmulo de salvajadas que en ellos se cometen erizan los cabellos, y eso se les daba también de lectura a los niños.

No entiendo el por qué semejante fórmula fuese tan explotada, aunque, deteniéndonos a reflexionar tal vez pueda agregársele otra explicación: no está de más advertir a los niños de los peligros que vayan a salirles al paso de la mano de muchas personas que aparentando ser una cosa son todo lo contrario.

Ahora bien, la tradición de sobrecoger con lecturas moralizantes, se convirtió en norma sin ser cuestionada, y así nos encontramos con un Hans Christian Andersen, la mayoría de cuyos cuentos nunca he encontrado apropiados para niños, a mí en la infancia me provocaban pesadillas, en los cuales el sufrimiento sin redención de los personajes, pocos se libraban, lo tenemos prolijamente descrito en El patito feo, Los zapatitos rojos, La sirenita, La pequeña cerillera, El soldadito de plomo, y un amplio etcétera de relatos a cual más angustioso.

En la actualidad, estos cuentos aterradores, y no me estoy refiriendo ahora precisamente a los de Andersen, pueden encontrarse en la crónica de sucesos diaria, pero en su auténtica versión sin maquillar; es de suponer que el paso del tiempo los tamice tanto que finalmente se conviertan a su vez en cuentos para los niños de siglos futuros porque, desafortunadamente, todas las épocas poseen su propia cantera.

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