miércoles, 12 de diciembre de 2007

¿Leer o no leer?... ¡He ahí el problema!

Sí, y un problema verdaderamente difícil de resolver, no solamente que en este país se lea poco si lo comparamos con otros, sino que los escolares apenas pasen de tres renglones escritos que puedan comprender o asimilar.

No quiero parecer retrograda puesto que yo también uso de las tecnologías modernas, pero, tal vez porque nací en otra época en la que si bien una imagen valía más que mil palabras, todavía no nos dejábamos absorber por ella y leíamos, lo que significa que nuestra mente se ejercitaba y a través de la letra impresa navegábamos, por supuesto en otro sentido, por los mares de la fantasía cosa que hacía trabajar a las neuronas; al no darnos las imágenes hechas, teníamos que inventarlas y ese esfuerzo no creaba dolores de cabeza, al contrario, permitía que el cerebro evolucionase. Posiblemente soy reiterativa insistiendo en el ejemplo, pero más desoladoramente repetitivo es comprobar que los pre adolescentes no pasan de la lectura de tres líneas escritas y luego, aturdidos, estresados como ahora se dice, recurren al bálsamo adormecedor del móvil multiusos o a la playstation de turno. Les cuesta retener una lectura de tres renglones escritos pero no quedarse hipnotizados ante el constante movimiento de una pantalla luminosa, pues de hipnótico mucho tienen. Las imágenes te lo dan todo hecho, ¿qué necesidad hay entonces de pensar?

Este no es un buen camino y me hace recordar aquel cuento tan famoso que se llama “Las aventuras de Pinocho”, y que Disney primero, y otros muchos después, llevaron al cine. ¿Alguien recuerda, memoria visual, la Isla de los juegos a dónde se conduce a los niños para que se diviertan eternamente?

Creo que valdría la pena que los padres leyesen a sus hijos este capítulo en el libro, lo digo, más que nada, porque si los chiquillos no lo entendieran, demasiada concentración, tal vez sus padres, con mucha paciencia, pudieran hacérselo comprender.


Recordad una cosa: leer no es malo, no muerde.

*Por el grosor del polvo en los libros de una biblioteca pública puede medirse la cultura de un pueblo. John Steinbeck.

*En Egipto, a las bibliotecas se las denominaba “tesoro de los remedios del alma”. En efecto, curábase en ellas la ignorancia, la más peligrosa de las enfermedades y origen de todas las demás. Jacques Benigne Bossuet.

*La lectura fue mi primer amor. Sin ella no podría vivir. Diane Setterfield.

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