jueves, 28 de mayo de 2009

Bicentenario triple: Poe, Larra, Gógol

Pocas veces suele darse en un año la coincidencia de varios bicentenarios que engloben de una forma tan marcada a tres escritores cuya obra, sin parecerse, tenga ciertos puntos de encuentro, e incluso sus vidas guarden algún paralelismo en determinado aspecto como es el sentimental.

Sobre Edgar Allan Poe todo está dicho literariamente, y puede identificársele fácilmente, sobre Mariano José de Larra, alias Fígaro, lo mismo, y hallamos sus puntos de contacto en una manera de escribir críticamente humorística en ocasiones -Poe con unos cuantos relatos pretendidamente irónicos y Larra con su famoso, entre otros, Vuelva usted mañana-, y en ambos hallamos un idéntico pulso tenebrosamente fúnebre; El día de los difuntos de Larra entronca por su aire de tránsito y desesperación, por su recreo en el camino cortado a toda esperanza, en las más inspiradas y lúgubres obras de Poe; ese canto a la muerte los une. Léase si no:

Día de Difuntos de 1836- Fígaro en el Cementerio.

Vamos claros, dije yo para mí, ¿dónde está el cementerio? ¿Fuera o dentro? Un vértigo espantoso se apoderó de mí, y comencé a ver claro. El cementerio está dentro de Madrid. Madrid es el cementerio. Pero vasto cementerio donde cada casa es el nicho de una familia, cada calle el sepulcro de un acontecimiento, cada corazón la urna cineraria de una esperanza o de un deseo.

Entonces, y en tanto que los que creen vivir acudían a la mansión que presumen de los muertos, yo comencé a pasear con toda la devoción y recogimiento de que soy capaz por las calles del grande osario.

¡Silencio, silencio! (Día de Difuntos de 1836.)

Una nube sombría lo envolvió todo. Era la noche. El frío de la noche helaba mis venas. Quise salir violentamente del horrible cementerio. Quise refugiarme en mi propio corazón, lleno no ha mucho de vida, de ilusiones, de deseos. ¡Santo cielo! También otro cementerio. Mi corazón no es más que otro sepulcro. ¿Qué dice? Leamos. ¿Quién ha muerto en él? ¡Espantoso letrero! ¡Aquí yace la esperanza!


En cuanto a Nikolái Gógol tampoco era muy alegre que digamos aunque también se dejara llevar por la crítica y el humor negro. Como muestras destaquemos El abrigo y Las almas muertas.

En El abrigo, nos encontramos con un desgraciado funcionario que se ve obligado a comprarse un abrigo porque el suyo ya se cae a jirones y no continúo para que el lector llegue por sí mismo al sorprendente desenlace, que no es macabro pero que sí recuerda bastante al estilo de Larra en sus artículos periodísticos.

En cuanto a Las almas muertas, es una sátira en la que denuncia la dura existencia de los siervos en su país, y cuyo argumento no deja de ser original y espeluznante: un tal Chichikov, se dedica a comprar las almas de los siervos fallecidos para traficar con ellas en un inconfesable negocio.

Las almas muertas tenía que haber estado dividida en tres partes, de la cual, la más lograda ha sido siempre la primera, ya que con esa obra se inició lo que podríamos llamar el declive de Gógol como novelista, al ser éste invadido por una fiebre mística que malbarató su creatividad enturbiándola, y ya nada fue igual en lo sucesivo en su obra, lo cual, sin embargo, no le resta méritos como escritor.

Por lo que respecta a amores los tres los vivieron desgraciados –Poe-, románticos con final desgraciado –Larra-, o prácticamente inexistentes –Gógol.

Nacido Edgar Allan Poe el 19 de enero, Mariano José de Larra el 24 de marzo y Nikolái Gógol el 1 de abril, todos en 1809,

Larra se suicidó por el desamor de Dolores Armijo, y Poe con el alcohol, desesperado al ver que las mujeres por él amadas, su madre, la madre de un amigo, Helen. y su esposa Virginia, le iban siendo arrebatadas por la muerte. En cuanto a Gógol, hombre de carácter difícil e inquieto, propenso a suscitar la polémica allá donde estuviera, no podemos decir que su vida privada fuese un éxito, ni tan siquiera económico; a Gógol no se le conocen grandes o pequeños amores, sólo algunas amistades femeninas, corresponsales muchas veces, como, por ejemplo, la de Nadezna N. Sheremetev, pero nada más. Es de suponer, entonces, que la novelística fuera su única y gran pasión.

Y para concluir citaré una curiosa anécdota referente a Dolores Armijo, amante de Larra y causa de que éste se suicidara en un muy romántico, como absurdo, arrebato:

Cuando después de abandonar a Mariano José de Larra, embarcó Dolores para Filipinas a reunirse con su marido, nunca llegó a destino porque un temporal hizo naufragar el barco.

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