lunes, 29 de junio de 2009

Worstsellers o los menos vendidos

Es el antibestseller, o sea el que encabeza el final de la lista de éxitos lo que sería un dudoso honor si no empezara a convertirse en otra forma de ser conocidos, buena estrategia de marketing fruto del azar... y si no lo es, tampoco está mal; nos encontraríamos entonces ante otra manera de hacer publicidad.

En esta nuestra época, en la que lo único que cuenta en el mercado del ocio tiene que estar en el top-ten porque de lo contrario no existe, la palabra worstseller se ha convertido en un símbolo al que se le intenta sacar rendimiento, y no lo censuro porque hoy en día todo pasa demasiado rápidamente, incluso el éxito de los grandes bestsellers, que si bien sirven para conseguir cifras millonarias luego, poco a poco, pierden aire y se deshinchan... dejando paso a sus sucesores.

André Maurois, el gran biógrafo, novelista e historiador francés, afirmaba que un super ventas es muy fácil de escribir, que lo verdaderamente difícil es realizar una obra que perdure, es decir, que se continúe leyendo a través del tiempo, años, siglos, y que se lea, o relea, como si fuera la primera vez que se publica, porque el talón de Aquiles de los bestsellers es siempre el mismo: una vez leídos no se repite porque su trama ya no encierra suspense alguno.

A los jóvenes autores desconocidos que apenas venden no les iría mal reflexionar sobre el hecho de que tal vez no dispongan de la cobertura mediática que afrontan las grandes editoriales para imponer sus libros, porque una pequeña editorial carece de medios que le permitan publicitar debidamente la obra de un novel. Ese es el primer escollo y yo diría que el más importante. El segundo es el deslumbramiento del lector ante todo lo que viene de fuera, que yo no digo que sea mediocre en su mayoría (ya que de todo hay) pero que mostrando el encanto de la novedad, autor famoso, ventas satisfactorias, y una muy bien trabajada publicidad, consiguen que todos piquemos.

La reflexión es importante, y la memoria también, esto lo digo para que nadie olvide que grandes novelistas de la talla de Hermann Melville, por ejemplo, sólo vendieron 17 ejemplares de Moby Dick, auténtico worstseller de la época, y que ello le deprimió tanto que le apartó de la literatura. Actualmente es un autor reverenciado, todos lo sabemos, pero no triunfó a la primera y eso debemos tenerlo bien presente.

La historia de la literatura se halla repleta de novelas y poemas que en su tiempo pasaron sin pena ni gloria, y que luego, muchos años más tarde, conocieron el éxito convirtiéndose en clásicos que no han dejado de leerse desde entonces.

En cuanto a los bestsellers modernos, sólo me gustaría hacer un pequeño comentario: ¿por qué tienen tantas páginas?; 800 o 1000 páginas bastan para descoyuntarte las muñecas a menos que los leas sobre una mesa, lo que resta encanto a la lectura yendo en tren de cercanías, sentado en tu sillón favorito o de noche, metido en la cama con el amparo cómplice de la lamparita de mesilla.

Muchos libros que han pasado a la posteridad eran de pequeño formato y desde luego que no llegaban a las 500 páginas, ¿es que acaso ahora los editores opinan que a más páginas, tamaño desmesurado y encuadernadas en tapa dura, el libro tiene más categoría y la gente se queda satisfecha?... ¿Es que no se han dado cuenta aún de que muchas páginas de relleno no son más que eso, paja, que poco favorece a un buen autor?

Yo soy lectora de toda la vida y poco me importa el continente, las tapas duras y el número incalculable de páginas de un libro, prefiero los contenidos aunque sean libros de viejo, de páginas amarillentas y tapas desportilladas, porque lo que importa es lo que hay escrito.

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