lunes, 31 de enero de 2011

Libreros

No hace mucho he leído que Federico Moccia, el famoso escritor italiano de novela romántica, dice que por buena que sea una obra literaria, si carece del respaldo del marketing nadie se entera de su existencia, y le asiste toda la razón.

Cualquier novela, desde su gestación hasta un hipotético apoteosis final en olor de multitudes, transita por varias etapas con más pena que gloria, y estas etapas son: primero su nacimiento propiamente dicho que conlleva el escribirla, segundo el encontrar una editorial que la publique, vía crucis lleno de amarguras, o publicársela el mismo autor siempre lastrado por su ignorancia sobre el tema ya que no sabe nada de ediciones y marketing, pues piensa, llevado de disculpable ingenuidad, que basta con llegar y moler, tercera, si se han salvado estos escollos aún queda el rabo por desollar, o sea los libreros, pieza fundamental para que un libro tenga difusión, y ahí quería yo llegar.

El librero, por regla general, no acepta de buen grado el que desconocidos en el mundo de la edición ocupen un lugar preferente en sus escaparates, a menos que los avale una importante editorial, claro. En el primer caso, que es el que nos interesa, el librero te puede aceptar a regañadientes, cuando no se niega en redondo, pero si te acepta no cantes victoria porque no expondrán tu obra en el escaparate sino que la hallarás cuidadosamente escondida en estantes semi ocultos u olvidados, y te aseguro que nadie, nadie, con semejante fórmula, sabrá que existes.

El librero, por regla general, salvo honrosas, y contadas, excepciones, suele ser una persona que espera a que el libro se venda solo porque él es incapaz de promocionarlo con un buen boca boca-oreja a menos que sea un best seller, que son los que menos necesitan de esa publicidad gratuita.

Por supuesto que estoy hablando de España porque en el extranjero, otros casos se dan de libreros que sí hablan de sus novedades, por desconocidas o humildes que sean, ¿si no cómo explicar el éxito de El cuento número trece, o el de El niño con el pijama de rayas?

Antes he mencionado que existen honrosas excepciones en el universo librero, y es cierto, hay que ser honesto y reconocerlo, pero son tan escasas que cuando surgen hacen historia, a veces entrañable y digna de ser divulgada con la esperanza de que una golondrina si haga primavera.

En Sant Cugat del Vallès, donde resido desde hace muchos años, hay una librería, Paideia, en la cual el año pasado, se jubiló Lluïsa, una mujercita encantadora, amable, servicial y una completa enamorada de los libros, que durante 40 años ha estado trabajando en pro del libro y del comprador con sus recomendaciones. Nunca ha dejado que un libro se vendiera solo, ha respondido a preguntas, ha orientado, ha sugerido a indecisos, todo ello siempre con la sonrisa en los labios y sin dar nunca muestras de cansancio. Lógicamente, el resultado ha sido una clientela que se convirtió en amiga, como ampliamente se lo demostró cuando ha llegado el momento de jubilarse, con un reconocimiento multitudinario e infinidad de regalos y muestras de sincero afecto, incluso el alcalde fue personalmente a sumarse, como uno más, al testimonio público.

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LIBREROS Copyrihgt 2011 Estrella Cardona Gamio
http://lacomunidad.elpais.com/estrellacardonagamio/2011/1/31/libreros

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